EFE
Luka Modric, quien sufrió la guerra en experiencia propia, pide detener el conflicto
El volante del Real Madrid se pronunció en contra de la invasión de Rusia a Ucrania
Luka Modric pidió que se detenga el "sinsentido" del conflicto entre rusos y ucranianos por el que "solo muere gente inocente".
El jugador croata sufrió en primera persona la dureza de una guerra, la de los Balcanes, que provocó que en 1991 emigrara a Zadar siendo un niño tras el asesinato de su abuelo.
Esa guerra marcó la infancia de Modric. "Crecí durante una guerra y no se lo deseo a nadie", recordó en redes sociales en donde pidió el fin de la guerra provocada por Rusia.
"Debemos parar este sinsentido en el que solo muere gente inocente. Queremos vivir en paz. Fin a la guerra", escribió el volante del Real Madrid.
I grew up during war and I don't wish it on anyone. We must stop this nonsense where innocent people die. We want to live in peace. #StopWar
— Luka Modrić (@lukamodric10) February 27, 2022
La guerra le arrebató a Modric a un familiar con el que tenía una relación especial y lamenta no haya podido ver sus éxitos como futbolista. "Tenía una relación increíble con mi abuelo. Mis padres trabajaban y pasaba mucho tiempo con él", afirmó en una entrevista.
"Lo que pasó me marcó porque era muy joven y él era una persona muy importante. Me afectó mucho. Era pequeño y aún no era consciente de por qué pasaban algunas cosas, pero tengo grabado cómo lo fueron a buscar. Fue una situación muy triste para todos, pero sobrevivimos", añadió en COPE.
"Tenemos grandes recuerdos de él. Es una pena que no haya visto lo que he logrado, pero espero que lo haya visto desde arriba", deseó.
Las palabras de Modric son las de una persona cuya infancia estuvo marcada por un conflicto bélico que lo obligó a vivir con refugiados.
"Nos fuimos a Zadar a un hotel con otros refugiados. Tenía seis años y vivía en 20 metros con mis padres y una hermana pequeña. Fue una infancia dura, pero la recuerdo con alegría. Había muchos niños y frente al hotel jugábamos al futbol y podíamos no pensar en lo que pasaba alrededor", relató.
"A menudo caían las bombas, hasta 100 metros, y teníamos que correr al búnker antes de volver a entrenar o irnos a casa. No lloraba, sabía que estaba pasando algo malo, pero había mucha gente y los niños jugábamos cuando podíamos", recordó.
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