Al final, la historia le ha dado la razón a Luis Enrique: el éxito en el PSG no era una cuestión de llenar el vestidor de estrellas, era de conformar un equipo con jugadores dispuestos a portar con orgullo la camiseta.

Y por increíble que parezca, las mieles para el equipo francés han llegado mucho más rápido de lo esperado. En la primera temporada que Kylian Mbappé ha estado fuera del equipo, el PSG se ha clasificado a su segunda final y está, a 90 minutos, de ganar su primera Champions League.

Luis Enrique lo sabía. Trabajaría con un grupo de jugadores a los que pudiera infundir su ideología futbolística. A buenos jugadores que pudieran, bajo su tutela, convertirse en superestrellas del futbol como Barcolá y no al hacer el proceso al revés: superestrellas que estuvieran en la disyuntiva si formar, o no, parte de su estratagema.

“El proyecto ha cambiado desde el año pasado y me siento muy cómodo con el director deportivo, Luis Campos, y el presidente, para hacer un equipo que cada día guste más a los aficionados. El club y la afición merecen que peleemos por esos trofeos y lo vamos a hacer. Nos quedan dos finales, es algo soñado, queríamos tener la oportunidad de jugar finales y ganar trofeos. Lo vamos a afrontar con la mentalidad de siempre”, detalló posterior al partido.

Tuvieron que dejar al equipo figuras de la talla de Lionel Messi, Sergio Ramos, Keylor Navas, Neymar  e Icardi, para dar paso a Goncalo Ramos, Joao Neves, Vitinha y Bradley Barcola, todos ellos, arropados por la mejor versión de Ousmane Dembélé.

Y así, mientras el PSG podría ganar el triplete (Liga, Copa y Champions League), Kylian Mbappé, en su primera temporada fuera del Real Madrid, podría irse con las manos vacías. Cosas del futbol.